Capitulo 832

Sergio tomé aliento, y miré a la mujer furiosa que tenia frente a él. En su calma habfa una determinacién inquebrantable. “Les aseguro que les daremos una explicacion”, dijo. “El mévil es un producto de Grupo Griera, es obvio que hubo un problema de calidad en la produccién. Estoy en conversaciones con Grupo Griera. Cuando haya una conclusion, los diez millones seran compensados por Grupo Griera o por nuestro estudio. No nos

echaremos atras”.

Al escuchar que Sergio no estaba intentando regatear y que incluso prometia pagarles los diez millones, las dos mujeres que habfan venido a causar problemas se miraron sorprendidas. Habfan acordado venir juntas y hacer un frente unido para llevar este asunto hasta el final.

“iLo que dijimos es que cada familia reciba diez millones, no que se divida entre todas!” una de las mujeres protestd, poniendo las manos en la cintura.

"iAsi es, cada familia debe recibir diez millones!” la otra mujer secundé.

Un compaiiero de trabajo del estudio estaba a punto de intervenir, argumentando que diez millones era demasiado y que nunca se habia escuchado de una compensacion tan alta por un accidente. Pero Sergio lo detuvo y prometié: “Cuando termine de negociar con Grupo Griera, cada familia recibira diez millones, no faltara ni un centavo”.

Cuando llegé la hora de terminar el trabajo por la tarde, Elia se levanté y se prepar6 para irse.

Su teléfono sond. Al ver que la llamada era de Asier, su corazon se tensé y dudé un par de segundos antes de responder. “Hola”.

“Baja”, dijo el de manera autoritaria y dominante, haciendo que el corazén de Elia se

acelerara.

;Bajar? ;Estaba esperandola en la puerta de Grupo Fuentes?

;Habfa venido a recogerla del trabajo?

Elia no quiso perder el tiempo y rapidamente tomé el ascensor para bajar. Sali apresurada del edificio de Grupo Fuentes.

El lujoso Rolls Royce negro reflejaba la luz del sol, su aura elegante y profunda era imposible de ignorar.

Elia camino hacia el coche lentamente.

La ventanilla se bajo, revelando a Asier sentado en el asiento del copiloto. Sus ojos profundos y carismaticos como siempre, sus pobladas cejas como montafas y sus ojos profundos como el cielo nocturno, eran insondables.

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“Sube,” ordend él con una voz grave.

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