¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
Capítulo 820

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Capitulo 820

Capitulo 820

Elia, con los ojos desorbitados y llenos de panico, se encontré con la mirada sombria de Asier en el retrovisor. Su corazon se acelerd y se sintié cada vez mas impotente y

atrapada

Rapidamente, se sect las lagrimas de la cara, parpade6 para reprimir el llanto y sonrié diciendo “Mama no esta llorando, es solo que el viento de afuera es tan fuerte que me

metié arena en los ojos

th

Dicho eso, abrazo a Inés, la atrajo hacia si y besé suavemente su frente, intentando tranquilizarla, asegurandole que no habfa nada de qué preocuparse

"Oh, mam4, deja que te sople los ojos para sacar la arena®, dijo Inés, levantando su pequefia cabeza y soplando suavemente en los ojos de Elia.

Cuando tenfan arena en los ojos, su madre siempre les soplaba de esa manera para

limpiarlos

Elia inclind la cabeza, aceptando el aliento suave y dulce de Inés, que la hacfa sentir un

poco mejor

No podia entender por qué, sentada en el coche, las palabras de Rosalinda la habian golpeado tan duro. No tenfa una gran casa, no podia proporcionar un hogar estable para sus hijos, y ellos estarian mejor con su padre

No podfa controlar su propia vida, y mucho menos liberar a su madre de sus problemas.

La amargura de la vida se magnificé en su corazén, y las lagrimas cayeron

involuntariamente de su rostro g2

Cuando vio el opresivo mirar de Asier en el retrovisor, se sobresalté y oculté todas sus emociones, incluso aprovecho la oportunidad de que Inés le soplara el ojo para disimular su incomodidad y evitar el contacto visual con Asier

Asier retir6 su mirada sombria y siguié observando el camino. No dijo nada, se quedo

pensando en quién sabe qué

Cuando llegaron a Villa Serenidad, los nifios ya se habian dormido en el coche

Asier detuvo el coche y llevo a los nifios a la casa, uno por uno, y los pus

a en sus

habitaciones para que durmieran ben

Elia regresé al dormitono principal en el segundo piso, apoyada contra la cabecera de la cama pensando en algo cuando escuché un nudo en la puerta. Se accata rapidamente, de espaldas a la puerta fingiendo dorman

Siempre que dormia. Asier no le hacia nada

Cerré los ojos con fuerza, tratando de mantener su respiracion regular

De repente, sintié una presion en la cama detras de ella, y la fuerte presencia masculina se acercé. El pecho sélido, caliente, se pegd a su espalda, y una gran mano aspera

agarré su barbilla, girdndola.

El corazon de Elia latié con fuerza, su respiracion se volvié rapida y su pulso se aceleré. Parpade6, abriendo los ojos para encontrarse con los de Asier, oscuros y profundos.

Esos ojos inescrutables la miraban fijamente, como un viento cortante, como si quisieran penetrar en lo mas profundo de su alma y verlo todo.

"i Te sientes humillada por tener que volver a Villa Serenidad?” pregunté Asier, su voz grave resond en su garganta.

Su aliento frio chocé contra la mejilla de Elia, haciéndola sentir en peligro.

Se tenso, reuniendo todo su valor para enfrentarlo: “No, de verdad, el viento me meti6 arena en los 0jos..."

Todavia estaba molesto porque habia llorado en el coche.

También estaba molesta consigo misma por no poder controlar sus emociones.

Incluso si se sentfa humillada, no podia llorar delante de Asier. Incluso si lloraba, él no la perdonarfa, no la liberaria, ;verdad?

Solo la controlarfa més, haciéndola sentir atrapada.

Asier la mir6 un rato con esos ojos profundos y penetrantes. Elia se sintié inquieta bajo su mirada. Justo cuando pensaba que no podria escapar del castigo...

Asier solt6 su barbilla, se tumbo a su lado, pasé un brazo alrededor de su cintura y la atrajo hacia él.

El cuerpo de Elia gird, su espalda estaba contra su pecho, en ese momento estaba frente a él, pegada a su pecho musculoso. Su pecho subia y bajaba con cada respiracion, tocando su fuerte pecho. Su mano, inconscientemente apoyada en su abdomen, sintié sus marcados abdominales, llenos de fuerza masculina.

Y debajo del abdomen... Elia se dio cuenta del peligro, su rostro se puso rojo al instante y comenzé a luchar por liberarse de su abrazo.