Un Beso Que Le Atrapó A Mi Señor Perfecto Novela Completa -
Un Beso Que Le Atrapó A Mi Se5ñor Perfecto Capítulo 2610
Capítulo 2610
“Ja ja ja, siguiendo al jefe, ino nos faltará nada, ni comida ni bebida, ni preocupaciones!”
Recientemente habían recibido el primer pago del rescate, ja cada uno le tocaría varios
miles!
Era algo que jamás habrían imaginado mientras trabajaban.
Solo de pensar en todo el dinero que vendría después, todos tenian los ojos puestos en
Teo.
Después de salir de prisión, donde habían pasado muchos años, en realidad no querían volver a este negocio; querían cambiar y empezar de nuevo.
¡Pero la tentación era demasiado fuerte!
El dinero llegaba demasiado rápido en este oficio.
Trabajando en empleos esporádicos, tenían que aguantar miradas despectivas y después de un año de duro trabajo, apenas juntaban algo de dinero.
Mandar un poco más a casa para que se compraran ropa nueva era casi un sueño.
Pero el secuestro era diferente.
Solo era el primer pago y ya habian ganado mucho.
Sin mencionar lo que vendría después con los abuelos del chico, que pagarian aún más
para rescatar a su nieto.
Solo de pensarlo se sentian emocionados.
Los otros tres, ya borrachos, sostenían a Teo para llevarlo al cuarto contiguo a dormir.
Solo quedaban dos hombres, cada uno con una vara de hierro en mano, se acercaron para darles una buena lección.
“Oigan, se los advierto, esta noche nos toca hacer guardia a nosotros, asi que no piensen hacer ninguna tonteria.
Están hambrientos, enfermos y débiles, aunque corran no llegarán lejos.
Si quieren conservar su vida, mejor portense bien, ¿entendido?”
Marcelo encogido, asentía una y otra vez, “Entendido, entendido!”
“Al menos tienes algo de juicio, dijo el hombre levantándose y dirigiéndose a su compañero, “vamos, esta casa es un congelador, no vamos a quedarnos aqui.”
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Capitulo 2610
Aunque parecían sobrios, olían a alcohol, un olor que no se adquiere en un momento.
Los guardias no se quedaron dentro de la casa, sino que encendieron una fogata
afuera.
El frío en la casa era penetrante; la puerta estaba abierta y solo una malla de alambre. los separaba del exterior.
El viento helado hacia que los tres temblaran de frío.
“Qué frío,” susurró Magdalena, así que Marcelo se acercó a ella, “muévete un poco, si nos juntamos los tres podremos calentarnos algo.”
Si seguían asi toda la noche, seguramente se enfermarían al día siguiente.
Ya heridos y enfermos, sería imposible pensar en escapar.
Los tres se acurrucaban en una esquina, tratando de evitar el viento.
Los secuestradores afuera se reían al verlos, “Eh, ¿tienen miedo de morir?”
“Si no tuvieran miedo a morir, no podríamos conseguir tanto dinero.”
Ese día cada uno había recibido varios miles, así que estaban de buen humor.
Uno de ellos, sintiéndose generoso, tomó un par de trapos viejos y los lanzó sobre ellos. “Tomen, para que no mueran de frío, no tenemos marcas famosas para ofrecerles, así que aguántense.”
Los trapos tenían un olor peculiar, pero como dijeron, ¿qué había para elegir en ese momento?
Por suerte, a pesar del mal olor, los trapos eran algo gruesos.
Marcelo los mordió con los dientes apretados, los dobló y los colocó sobre ellos, de inmediato sintieron más calor.
“¿Está mejor así?”
Uno de los hombres afuera se rio, “Realmente no te importa el olor, esos trapos eran para que los perros se acostaran, incluso tienen orina de perro y tú los muerdes. Jajaja.”
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