Evrie se quedó congelada en su lugar, con un zumbido en los oídos.

No se esperaba que, al regresar, recibiría semejante “regalo” de Marcela.

—Mira quién volvió, la niña feliz y tranquila. Tu hermano Óscar ha sido encarcelado por meses y todavía está allí. Todo por tu culpa, ¡mal agüero! Todo lo que tocas termina mal. ¡Encuentra la manera de sacar a Óscar de la cárcel! Está herido y hasta le cortaron un dedo. ¿Cómo va a aguantar ahí dentro? —

Marcela descargó sus palabras sin pausa, como si deseara despedazar a Evrie.

Evrie, con frialdad, replicó —Óscar está preso por contrabando y apuestas ilegales. Se buscó su propio fin. ¿Qué tiene que ver eso conmigo? —

—¿Cómo te atreves a contestar? —Marcela estaba furiosa—. Si no fuera porque no enviaste dinero para rescatarlo, no lo hubieran capturado en esa casa de apuestas ni le hubieran cortado un dedo. ¡Todo es tu culpa, maldita! —

—Él fue el que apostó y perdió, ¿por qué tengo que rescatarlo yo? ¿Acaso le debo algo? —

Evrie no se dejaba intimidar y respondía con firmeza.

—Sí, le debes. Le debes a toda la familia. Nos traes mala suerte desde que naciste, tu padre quedó lisiado por tu culpa, tu hermano perdió un dedo por tu causa, y yo estoy al borde de la locura. ¿Por qué no te mueres? —

Marcela la miraba fijamente, cada mirada parecía una maldición.

¿Por qué no moría su hija?

¿Por qué simplemente no podía morir?

Debería morir y convertirse completamente en nada, así dejaría de causar daño a los demás.

Evrie sintió un escalofrío con esa mirada y no pudo articular una palabra.

Con los años, por más que se defendiera, las acusaciones de “mala suerte” de Marcela la derrumbaban completamente.

Incluso ella misma empezó a creer que era un mal augurio, solo capaz de traer desgracias a su familia.

Evrie apretó la palma de su mano y se levantó en silencio.

—Está bien, me voy, para no traerles más mala suerte.copy right hot novel pub

Se giró para irse, pero Marcela la agarró con fuerza.

—¡Vas a sacar a tu hermano! —

—¡O te mato hoy mismo! —

Evrie frunció el ceño —¿Cómo voy a sacarlo si lo que hizo es ilegal? —

—¡No voy a pedirle nada! —

—¿Quieres morir, verdad? —

—Preferiría morir antes que pedirle. —

—¡Paf! ¡Paf!—

Dos bofetadas cayeron con fuerza. El rostro de Evrie se enrojeció de inmediato.

—¡Basta, detente! ¡No le pegues más! —

Pablo no pudo soportarlo más y gritó desde la cama.

Marcela lo miró furiosa —¡Tu hijo está preso por su culpa y aun así la defiendes! —

—Ella no es mala suerte —dijo Pablo con voz tenue.

—¡Sí lo es, sí lo es! —

—¡Dije que no! —

Pablo gritó con una fuerza que nunca antes había mostrado.

Marcela se sobresaltó, no esperaba tal reacción de él.

Ni Evrie pensó que su padre, siempre tan dócil, explotaría así.

¿Qué?

Evrie quedó estupefacta.

No podía asimilarlo.

Pablo la miraba con culpa y continuó con dolor.

—La persona que quería matarme aquel día… era Leandro. —

—Evi, yo te he fallado…—

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